Un metro cuadrado
de tierra es bastante,
un metro cuadrado.
Con tapia de piedra,
todo él rodeado,
todo él rodeado.
Que la gente sepa
que todo eso es mío
y nadie se atreva
a entrar sin permiso.
Y dentro un manzano
o tal vez una parra,
para refugiarme
en su sombra en verano
con la guitarra
pues no cabe un piano.
Un metro cuadrado
sembrado de hierba,
sembrado de hierba.
Y en él recostarme
un poco encogido,
rozando la piedra.
Un libro en las manos
con estampas viejas
y su canto dorado,
Cuentos de Calleja.
Se escucha el cuclillo
oculto en la parra.
Un cri-cri acompaña
su canto sencillo,
son hermano grillo
y hermana cigarra.
Sobre mi cabeza
se ve el cielo mío,
todo el cielo propio
y podré mirarlo
sin pedir permiso,
sin pedir permiso,
con un telescopio.
Y bajo mis pies
un metro cuadrado
de mi propia tierra
hasta el fondo adentrado,
para que me entierren,
para que me entierren.
bajo la maleza
junto a mi guitarra
de pie o de cabeza.
viernes, noviembre 05, 2004
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